lunes, 17 de septiembre de 2007

Untitled


Siempre me he cuestionado las teorías de la forma y la esencia, aquellas que cientos de sabios tratan de explicar como la complementación del cuerpo con el alma, mientras afirman la inexistencia de estas partes aisladas.

Ninguno de ellos ha llegado a la verdad hasta ahora… tal vez nunca lo hagan.

En mis cortos pero bien vividos 20 años me jactaba de haber experimentado tantas cosas y posiblemente, como todas las personas de mi edad, creía saberlo todo. Me dignaba incluso a expresar las más descabelladas opiniones sobre cualquier monada que me llegaba a oídos y se refería al tema: “Los occidentales buscan la perfección de la forma, mientras los orientales priman la compleción de su esencia. A mi opinión argumentos tontos, creados por viejas generaciones para estereotipar nuestra sociedad y dividir aún mas los polos del mundo”… Ese fue el lindo discurso que di aquella vez en clase de lenguaje, tratándose de una exposición de tema libre, no pude desperdiciar la oportunidad.

Mi inclinación por el cuestionamiento de la forma y la esencia probablemente surgió de la manera más tonta posible: por una decepción amorosa. Sí, lo acepto, formé parte de las filas de frustrados sentimentales que recorren las calles de Lima sin hacer nada mas que lamentarse por su mala suerte mientras cargan con la cruz que, para ello, es la más grande del mundo y que además se piensan cuerpos sin un alma, o mejor dicho, con un alma robada por otra persona

Parece tanto el tiempo que ha pasado desde el surgimiento de aquella inquietud, desde aquellos 7 u 8 meses en los que te miraba fijamente, en los que no hacía más que perseguirte y tratar por todos los medios de sentarme junto a ti en el salón de clases, en los que mi única razón eras tú. Viviendo en la constante incertidumbre, perdidamente enamorado y sin el valor suficiente como para decírtelo.

He ahí mis motivos que después de mucho tiempo de análisis concluyo como tontos, pero que sin embargo, al final de aquellos meses de sentimiento, fueron los que me llevaron a responder todas mis preguntas sobre el alma y el cuerpo de la manera más abrupta que uno podría imaginar.

Todo sucedió muy rápido ese día, como era costumbre íbamos sentados en el mismo carro viajando por la avenida y conversando tranquilamente. Tú sabía de mis sentimientos pero aún así me tratabas dulcemente solo como un amigo, eso te hacía aún mas linda para mí. En cierto momento, para mi sorpresa, te apoyaste en mi hombro diciendo que hacía mucho frío y que estaba cansada. Yo, el más precipitado, te enfrenté y dije: “No puedo más con esto, aunque hoy destruya nuestra amistad, quiero que sepas que te amo” En ese momento sentí una tranquilidad enorme y a la vez una impaciencia increíble, todo estaba dicho y no hacia nada más que esperar una respuesta.

No me hiciste esperar mucho, solo levantaste la mirada y dijiste: “Probablemente nuestra amistad se acabe aquí, pero quiero que sepas que yo también te amo”… mientras acercabas tu rostro al mío. Pude sentir durante ese tiempo la calidez de tu respiración, tus labios a menos de un centímetro de los míos parecían devolverme el alma perdida.

Estando a solo unos milímetros de tus labios escuché sonar una bocina, unos frenos y luego todo desapareció, no podía creer que ni siquiera te había dado un beso y ya había perdido el conocimiento. Cuando desperté me encontré en un salón blanco tirado en una camilla. A mi lado había una niña, que parecía no notar mi presencia y mirar fijamente a la persona de al lado. En el instante me reconocí en un hospital y aceleradamente me levanté para verte. Efectivamente estabas en la camilla de al lado, y para mi tranquilidad, tu diagnóstico decía: “Estable, herida producto un accidente de tránsito”

Eso explicaba mi desmayo, pero en ese momento no pensaba en besarte, sino en que sobrevivieras, mi diagnóstico supuse que indicaba algo mejor. Mi alma estaba de vuelta y me indicaba que no podía permitir que te fueras.

Creo que no comí en días por quedarme junto a ti, los doctores entraban y salían con un diagnóstico nuevo cada vez, en el ínterin supe que habías perdido la vista, en mi dolor, no hacía más que quedarme inmóvil a tu lado. Una noche empezaste a llorar, probablemente de dolor mientras yo te tomaba de las manos, diciéndome en voz baja que no tenías más motivos para vivir, que no querías seguir con esta historia en camilla, e incluso trataste de sacarte el suero que te mantenía con vida. Mi desesperación fue grande en ese momento y evitando que completaras tu acometida de suicidio te respondí lo hermoso que era el mundo por ti, que mucha gente te quería y que estaban preocupados por ti, esperando tu recuperación. Después de algunos minutos desististe en el intento, y con una sonrisa en el rostro dijiste: Gracias.

En los siguientes días te recuperaste rápidamente y saliste del hospital, cruzaste a mi lado sin decir nada, era una de tus jugarretas de costumbre, estabas de vuelta y me alegraba notarlo. Tu familia te esperaba afuera y te llevaron a casa en un taxi, yo los seguí en otro por mi cuenta, dando una última mirada a las camillas antes de irme.

Entramos en tu casa y por primera vez pude ver que tenías un par de fotos nuestras en tu sala. Hubo una larga conversación con tu familia y cuando ya se hacía tarde subiste a dormir. Henos aquí ahora: Tú a mi lado durmiendo y yo revelándote mi historia completa.

Cuando despiertes pensarás que todo esto ha sido solo un sueño pero en el fondo sabrás que siempre estaré a tu lado. Aún sigo en este mundo, probablemente solo por ti, quizá tu amor fue el que me salvó, porque no estoy muerto a pesar que mi cuerpo siga en coma en aquella camilla. Yo soy esencia para ti… esencia y forma separadas, salvadas con un solo objetivo: Tú… porque aún te amo