¿Cuándo fue la última vez?...
Si mal no recuerdo, han sido ya un par de meses desde la ese día en la universidad, y diría que aquella vez, aunque los resultados no fueron los esperados, fueron más que satisfactorios. No negaré que sonrisas, sonrisas y sonrisas han pasado, pero honestamente creo que fueron MUY pocas aquellas que realmente llamaron mi atención y cuyo rostro guardaba, o al menos yo creía que guardaba, algún tipo de secreto
Olvidemos la universidad ahora... vayamos mas hacia lo mundano-berraco, como mi clase de inglés en el ICPNA
Llamémosle “w”… “w” era una de esas chicas que tienen tendencias suicidas, y que gustan de salir a las calles con esas faldas que mas parecen correas. Ella se sentaba frente a mí en el salón y, para mi sorpresa, su sola presencia causaba curiosos estragos en mi tranquila área de estudio.
Su rostro era hermoso (a pesar que sus facciones me recordaban mucho a la enamorada de mi mejor amigo; no te lo tomes en serio) pero lo que en verdad me desquiciaba era su sonrisa, que dibujaba muy seguido en su rostro, como si supiera lo sedante que era para mi
Puestas las fichas y marcado el tablero, me acerqué en los subsiguientes días y traté de tomar mis cartas en el asunto, mismo César Ritter en el comercial de Brahma.
- Hola
- Hola….
Fue considerablemente simple, y francamente me sorprendió mi osadía en aquel momento. Claro que debemos notar que todo fue producto de un accidental trabajo en parejas, porque sino aquel encuentro jamás se habría consumado.
Mi valentía pronto me lleno de esperanzas y aunque no me gustaba el hecho de que “w” usara sus “faldas-correa” de cuando en cuando, pensé que era un detalle que podía pasar por alto.
Todo fue por buen camino hasta un fatídico día en el que entre conversación y conversación me enteré que la bella “w” tenía 15 años. 15 AÑOS!!! He aquí mi disyuntiva: Lidiar con esto y arriesgarme a seguir cambiando pañales? O, dada sus facultades de beba, olvidarlo todo de una buena vez? Clase tras clase solía darle vueltas a estas preguntas en el salón y típica inmadurez, tomaba una postura diferente por día.
Mi indecisión llegó a su fin el último día de clases, cuando me dije que no era justo juzgar a una chica pensando en mi pasado y que no perdería nada al darle (y darme) una oportunidad.
Llegué pues el último día con ganas de verla y de invitarla a salir, sintiéndome la persona mas decidida del mundo y agregando mi buen humor dado que había terminado el curso con honores, así espere su llegada recordando una vez mas mi alegría por la firmeza de mi decisión.
A veces uno no tiene todo el tiempo del mundo para tomarse, es algo que estoy aprendiendo… esta historia termina de una manera simple: Ya me gradué y sin embargo hasta ahora la sigo esperando… para variar, un típico final
Despedida
Hace 14 años